DE(S)
AMOR
ES.
ENTREVISTA COMPLETA:
ISA
¿CUÁL FUE TU PRIMERA EXPERIENCIA CON EL SENTIMIENTO DEL ENAMORAMIENTO, O EL AMOR?
“Mi primera experiencia con el enamoramiento fue con un muchacho que había en Vélez-Rubio que se llamaba Emeterio. Hace poco lo vi y me hizo mucha ilusión, porque hacía años que no lo veía. Y nada, yo estaba en el instituto, y me gustaba. Él era un compañero mío de clase y él fue mi primera experiencia con ese sentimiento. Luego, experiencia de amor así fuerte para mí… fue cuando yo tenía 15 años. Es una experiencia difícil de explicar: estaba yo en una eucaristía y yo sentí ahí, pero tan fuerte tan fuerte, que Dios me amaba, que Jesús me amaba de verdad, que fue algo que me marcó para toda la vida. De hecho, después de ese momento, me puse a llorar porque yo decía: “esto no me puede estar pasando a mí”. Y fue en ese momento cuando decidí hacerme religiosa”.
A NIVEL HUMANO, EN LO FÍSICO O EMOCIONAL, ¿HAY ALGUNA SIMILITUD ENTRE EL AMOR HACIA DIOS Y EL AMOR HACIA UNA PERSONA?
“A nivel humano sí que es parecido porque, en realidad, mi relación con Dios, en concreto con Jesucristo, es como una persona que está viva. Para mí es como una persona. Claro que no lo puedo tocar como a una persona normal, pero sí, en ese sentido es parecido. Físicamente tú lo notas porque estás contenta: parece que tienes más energía, el corazón te late a cien por hora, sientes cosquillas en el estómago y, en ese sentido, es parecido”.
HAS SIDO MÁS DE 15 AÑOS MISIONERA EN CUBA. ¿CÓMO SURGIÓ?, ¿TE LO PROPUSIERON?
“Cuando yo entré con las monjas, cada vez que pedían voluntarios para ir a una misión yo me ofrecía rapidísimo. Yo deseaba ir a un sitio con pobreza, donde la gente lo estuviera pasando mal, para llevar la buena noticia de Jesús y llevar la alegría que yo sentía por dentro. Entonces, justo pidieron voluntarias para ir a Cuba. Y me ofrecí, pensando que me iban a decir que no, porque normalmente me ofrecía y nunca me cogían. Y, cuando de pronto me dijeron que me cogían, sentí una alegría muy grande. En ese entonces no dejaban entrar a los religiosos tan fácilmente, así que estuve dos años esperando a que me dieran la visa. Y en esos dos años me destinaron a México para que estuviera más cerca. Pero antes de ir a México fue cuando me dijeron que me habían concedido la visa para entrar en Cuba. Y la verdad que fue una alegría muy grande”.
DURANTE ESOS AÑOS QUE ESTUVISTE EN CUBA, ¿TUVISTE ALGUNA EXPERIENCIA FUERTE QUE TE REAFIRMARA EN ESE AMOR HACIA DIOS?
“Sí muchas. Por ejemplo, cuando iba a los centros azucareros, los batey. Eran zonas de campo muy alejadas del centro de Guantánamo. A mí Guantánamo me impactó mucho porque había tanta pobreza, que eso era impresionante. Sobre todo, me impactó ver ancianos que estaban solos -los jóvenes habían huido del país buscando un futuro mejor- y muchísimos niños que estaban enfermos porque no había medicamentos. Y, en ese momento, se pasaba hambre en el país. Yo me acuerdo, estando en catequesis, que los niños se nos mareaban de hambre, y nosotros les dábamos agua con azúcar porque era lo que teníamos, y el azúcar los reanimaba. A pesar de todo, era una misión que la vivíamos con alegría, porque llevábamos la buena noticia de Jesús. Y la gente lo recibía con el corazón abierto. Aquí es muy diferente: como tenemos de todo, parece que no necesitamos a Dios, pero allí la gente acogía el Evangelio. Muchos nunca habían oído hablar de Jesucristo, porque habían sido una generación que habían sido educados en el ateísmo, y estaba prohibido hablar de Jesús en la escuela. Fue una experiencia que me marcó, porque yo sentía que Dios me usaba para llevar el amor a otros sitios.”
¿QUÉ ES LO QUE MÁS TE AYUDA A MANTENERTE FIEL A TU VOCACIÓN?
“Me ayudan mucho dos cosas: una, la relación con Dios, el tener cada día momentos de silencio y de oración con el Evangelio. A mí eso me motiva, y me da fuerzas para seguir adelante. Luego, también, encontrarme con las personas. Para mí, las personas y, en concreto, las que lo pasan mal, yo siento que Dios a través de ellos me habla, y eso me da fuerza para entregarme. Por ejemplo, acabo de llegar de una misión popular con claretianos en un pueblecito de Huelva. Y a mí me ha impresionado ver que algunos enfermos que, en medio de su sufrimiento, viven con una alegría y una paz que eso, humanamente, si uno no tiene fuerza de Dios, no es posible. En concreto, he ido a visitar a un hombre, Basilio, que a mí se me ha quedado grabado en el corazón: a su mujer le dio un infarto, y al mismo tiempo, a su suegra le tuvieron que cortar las piernas, y él estaba cuidando a ambas mujeres con un cariño impresionante. Y no solo eso, sino que, además, ayudaba a muchísima gente del pueblo. Y había un hombre en el pueblo, un borracho, que estaba el pobre muy alcoholizado, y que su familia lo había echado de casa. Y él, Basilio, hablando con su mujer, lo acogieron en su casa, y estuvo cuidando de ese hombre hasta que este murió. Y hace poco, él empezó a sentirse mal y le han descubierto que tiene ELA, hasta el punto de que está en la cama, completamente inmovilizado. Tienen que darle la comida por una sonda gástrica. Sin embargo, él transmite una alegría, y él dice que sigue creyendo en Dios, y que eso le ayuda a aceptar lo que está pasando. En personas como él es donde encuentro la presencia de Dios.”
¿HAS VIVIDO ALGUNA CRISIS AMOROSA? ¿CÓMO FUE LA EXPERIENCIA DE VIVIRLA?
“Yo cuando estaba en Cuba me enamoré. Me enamore, pero madre mía, ¡perdidamente me enamore! y la otra persona también se enamoró de mí. La verdad es que fue bonito porque cuando te enamoras te sientes vivo. Yo llegué a plantearme si me había equivocado de camino. Además, estaba en una etapa de la vida de las mujeres en que te das cuenta de que ya no vas a poder tener hijos, porque la vida se te está pasando. Yo tenía entonces treinta y pico años, y decía: <<madre mía, como me gusta este hombre>>. Yo sentía el deseo de ser madre, y lo que me ayudó en ese momento fue el hablarlo con mis hermanas, en concreto con una que también era misionera. Ella me decía: <<claro, es que es normal. Por ser monja no dejas de ser mujer.>> Y claro, el tener alguien de confianza, una amiga con quien poder desahogarse ayudaba mucho. También me aferraba a la oración: yo decía: <<Señor, ayúdame, porque si no… ¡es que no puedo!>>. Eso también me ayudó a superar esa crisis, que fue bastante dura”.
SI TUVIERAS QUE MANDAR UN MENSAJE DE ESPERANZA A TODA LA GENTE DE HOY, ¿QUÉ LE DIRÍAS?
“Yo simplemente diría que el amor es lo que da sentido a la vida, el amor de verdad. Que no es el egoísmo, que no es estar mirándose uno al ombligo, sino el abrir la mirada al mundo que nos rodea. Y yo creo que tanto en la vida religiosa -que es mi caso- como en la vida de un matrimonio, cuando un matrimonio se quiere de verdad, se está dispuesto a olvidarse de uno mismo por ayudar al otro, por entregarse para que la otra persona sea feliz. Eso, en cualquier vida, y no solamente en su familia: cuando abres la mirada a la realidad que nos rodea y vemos a la gente que lo pasa mal, ese amor se hace más fuerte, se agranda, porque se transforma en un amor como el de Jesús, que no piensa solo en él, sino en los demás”.